Atrapados en una tormenta de nieve

Recuerdo la ultima vez que, por causas de fuerza mayor, quede confinado en una casa. Fue en septiembre del año 2018, estábamos mochileando por el Himalaya indio cuando quedamos atrapados en medio de una tormenta de nieve. Llevábamos dos semanas recorriendo pueblos y parajes, habíamos estado en; Manali, Kasol, Mcleod Ganj, Dharamkot, Leh, Dalhousie y varios pueblos mas pequeños. Cada uno había tenido su encanto y singular belleza. Disfrutábamos de la tranquilidad que brindan las montañas, sobretodo comparándola con el caos que reina en el resto de la india. Pasábamos nuestros días recorriendo solitarias rutas en moto, parando en pequeños poblados para conocer sus templos o haciendo largas caminatas por senderos que desembocaban en algún rio o cerro. El clima variaba según la altura pero rara vez llovía y la temperatura era templada, era una buena época para recorrer esos pagos. De mas de una boca habíamos oído hablar acerca de Spiti Valley. Las recomendaciones prometían que allí encontraríamos un increíble valle rodeado de picos nevados. Que sus inexplorados pueblos de cultura tibetana albergaban monasterios que parecían parte del inmenso paisaje. Nos habían advertido del difícil acceso y que su belleza virgen se debía a su remota locación. Por supuesto que esto no nos desalentó, todo lo contrario, moríamos por visitar el Valle de Spiti. Además ¿qué no es remoto y con difícil acceso en la india? De Leh llegamos a Manali, donde pasamos una noche. Al dia siguiente saldría nuestro micro que recorrería aproximadamente 200 kilometros en 8 horas para dejarnos en nuestro destino, el ansiado Spiti. De nuestro hostel a la estación de bus caminamos media hora hacia abajo. Las estaciones de micro en la india son un mundo complejo del que seguramente mas adelante escribiremos. La cuestión es que encontramos nuestro micro y nos subimos, no era ni el peor ni el mejor micro que nos habíamos tomado en el subcontinente. Entre los pasajeros habían pocos extranjeros. Hay que resaltar que las rutas en el noroeste de la india, si bien sinuosas, están en excelente estado. La provincia de Jammu y Cashmir- donde queda Leh- se encuentra en disputa belica entre la India y Pakistan. De ahí la preocupación del gobierno Indio por mantener las rutas en condiciones en toda la zona y alrededores. Nos encontrábamos subiendo una gran montaña cuando empezó a nevar sutilmente. Las horas pasaban y la nieve empeoraba, ahora bajando la gran montaña el camino ya estaba cubierto de nieve y hielo. Al terminar de bajar la montaña atravesamos un pequeñísimo poblado con algunas casas de verano, una estación del ejercito y algunos paradores para motoqueros. El pueblito estaba dividido por un rio y el micro debia cruzar un puente para continuar el camino. Antes de comenzar el cruce el chofer, algo nervioso, nos pidió que nos bajáramos para que sea mas seguro. El frio era intenso, ya era claro que estábamos ante una tormenta descomunal.

El micro comenzó a encarar para el puente pero antes de llegar a el, maniobro y dio la vuelta en sentido contrario. El micro se iba y nosotros estábamos abajo! No podíamos creerlo y junto a los pasajeros comenzamos a gritar y correr tras el micro. Después de unos minutos el micro freno y el chofer anuncio que no se podía seguir, que retornaríamos a Manali. Desanimados y algo asustados anduvimos una hora mas subiendo el camino montañoso del que veníamos, la tormenta no cesaba. De un momento a otro el micro volvió a detenerse, el chofer bajo y tras unos instantes nos comunico que el micro no continuaría. Nos dijeron que la única opción era caminar 5 kilómetros hacia el pueblito del puente y buscar refugio allí. Nos bajamos del micro y comenzamos la marcha. Habían varios autos bajando por la ruta en la misma situación que nosotros. Hicimos dedo hasta que uno freno. El auto perdió el control a causa del hielo dos veces antes de que lleguemos al pequeño pueblo. No perdimos la calma pero si que estábamos en una situación difícil, la policía nos dijo que no teníamos mas remedio que esperar a que la nieve cese y se puedan despejar los caminos para evacuarnos. Que incertidumbre! No sabíamos cuando iba a parar de nevar! Al salir de la estación policial comenzamos a buscar un lugar donde quedarnos. Ya habíamos tenido experiencia durmiendo en un parador para motoqueros y preferíamos dormir a la intemperie que nuevamente allí. Los pocos hostels ya estaban saturados de gente varada. Comenzábamos a perder la paciencia, el frio y la angustia nos envolvían. A lo lejos vimos la ultima casa que nos faltaba visitar para ver si nos podíamos alojar en ella. Tocamos la puerta con esperanzas de encontrar refugio, un hombre bajito y de aspecto amable nos abrió. Nos dijo que probemos suerte en los hoteles del pueblo y señalo casas que ya nos habían rechazado. Le pedimos por favor que nos permitiese quedar con el, que no teníamos mucho dinero y que los hoteles que nos señalaba estaban llenos. El hombre accedió, nos mostro un cuarto y nos dijo que no nos cobraría nada. Amanecimos con suaves golpes en nuestra puerta, era la esposa del hombre que ayer nos alojo. Traía una bandejita con te y galletitas. Nos conto que ellos también estaban varados, que Vivian en una ciudad cercana y que esa era su casa de veraneo. Nos informo que la tormenta era muy inusual en esta época del año y que no nos preocupemos por la comida ya que ellos tenían reservas de lentejas y harina para ocasiones como esta. Compartíamos la casa con sus dueños, su hija bebe, una pareja de turistas indios y tres españoles los últimos 5 eran huéspedes como nosotros.

Pasamos tres días completos con pocos ánimos, salir era casi imposible, no había luz, señal telefónica ni agua corriente. Me gustaría decir que esos días fueron de introspección y que una moraleja corono el encierro. Pero la realidad es que estaba abatido, el encierro me carcomía. La única distracción era leer y dormir. En cambio Lucy tenia mas ánimos y se aventuro un par de veces para salir a comprar provisiones. El cuarto día amanecimos con un sol radiante. Recuerdo el placer que sentí cuando sus rayos calentaron mi piel. El paisaje era imponentemente blanco y ver el cielo azul me hizo sentir real felicidad, sentimiento inexistente en los días previos. Pasamos la mañana contemplando perplejos las blancas montañas junto a los tres españoles. Tomamos cerveza, fumamos y gritamos de alegría. De pronto apareció la dueña de casa, nos dijo que la evacuación había comenzado y debíamos apurarnos si queríamos salir de allí. La evacuación se haría por un túnel a medio construir, el mismo atravesaba una montaña y estaba a dos años de ser estrenado. Conseguimos que un auto nos lleve a la boca del túnel a 15 km de distancia. Un trafico infernal atestaba el camino, comenzaba a anochecer. Ya divisábamos la construcción cuando la gente comenzó a bajarse de los autos y correr hacia el túnel. Entendimos que era lo que debíamos hacer pero no conocíamos la razón. Al llegar a la zona de la construcción comprendimos, la única forma de atravesar el túnel era con un micro provisto por la empresa de construcción. El micro ya había hecho 3 viajes y no planeaba hacer un cuarto. La furia nos invadió y no éramos los únicos, pasamos mas de una hora exigiendo que un nuevo micro salga y nos permita dejar ese infiero nevado. No sabemos que lo hizo cambiar de opinión pero el gerente de la empresa constructora habilito un micro mas, una ambulancia y su propio vehículo para evacuar a las personas restantes. Al salir del túnel no podíamos creer lo que veíamos; habíamos dejado atrás el frio y el clima alpino. Ante nuestros ojos se abrían bosques de pinos, la luna llena iluminaba una realidad húmeda y cálida. Nuestro encanto duro poco, la caravana freno en la mitad de la ruta y nos explicaron que por políticas de la empresa no podían llevarnos mas lejos. Nuestra indignación no tenia parangón, algunos optaron por quedarse a dormir al costado de la ruta y otros consiguieron que unas combis los pasaran a buscar, combis a las que no se nos permitió subir… Decidimos no esperar y nos echamos a andar, estábamos a 30 kilómetros de Manali, distancia caminable en una noche. Milagrosamente un auto nos levanto a la hora de caminata y nos dejo en nuestro querido hostel. Apenas pudimos dimos aviso a nuestras familias que estábamos bien, nunca había escuchado tanto alivio del otro lado del tubo. Es 20 de Marzo de 2020, estoy en argentina, es el primer día de cuarentena y sigo esperando esa moraleja que corone el encierro.